Ya no son solo rubias o negras.
El mercado de variedades que antes era propio de las artesanales ahora incluye también propuestas de las grandes marcas.
El reclamo parece un poco nostálgico: antes la vida era más simple. Y no hace falta retroceder demasiado. Digamos, apenas cinco años. En ese pasado cercano, los papeles estaban establecidos y nadie los discutía. Por un lado, estaban las cervezas industriales, haciendo lo que saben hacer: miles de millones de litros de cerveza para dar de beber al país entero. Cervezas que podían ser rubias o negras. Y punto. Por el otro lado, en la vereda de enfrente, había una legión de productores artesanales, algunos ínfimos, otros medianos, cuya misión era opuesta: dar de beber solo a unos pocos, ofreciendo las maravillas de la diversidad con decenas de estilos: stout, porter, weizen, pilsner, IPA, de avena y varios etcéteras.
Resumiendo: las marcas industriales hacían mucho de poco. Y las artesanales, poco de mucho. Cada uno seguía su camino, mirando adelante, nunca a los costados. Esto era antes.
El quiebre simbólico tiene fecha: el año 2008, cuando Quilmes presentó su stout al mercado. Ya antes había algunas novedades, pero este lanzamiento abrió el juego.
Junto con la stout vino la red lager de la misma marca, y su competencia principal, la Imperial, hizo lo propio con su cream stout y la amber lager.
Desde ese momento, la industria cervecera argentina cambió su paradigma, y si bien sigue haciendo miles de millones de litros de cerveza, también apuesta a los nichos, con etiquetas nuevas que surgen año tras año. Una lista que debe incluir la Schneider Fuerte y la Schneider Stout, la Brahma Ice, las Quilmes Bajo Zero y la flamante 1890, la reciente Imperial Scotch Ale, la Andes Porter y Red Lager, entre otras etiquetas que se suman así a la gran oferta de marcas importadas, y algunas industriales pequeñas y superpremium como las de Otro Mundo.
Amenaza u oportunidad
Está claro: el mapa cervecero cambió y los cartógrafos principales son las grandes marcas de la industria. ¿Es esto una amenaza para el productor artesanal? La primera impresión diría que sí: la industria tiene mucho poder de fuego (léase campañas publicitarias, acciones de marketing, estrategias comerciales) y son capaces de saturar los nichos con sus productos, de forma que quitan lugar al emprendedor independiente. Pero no siempre las primeras impresiones son las que valen. En este caso, es necesario una segunda lectura.
En Argentina, casi un 90% del consumo se dirige a las cervezas rubias industriales. Es decir, para una imperial stout o para una strong red ale, la posibilidad real de crecimiento no viene de "robarse" consumidores entre sí, sino de ganar consumidores en los segmentos que jamás las hubiesen probado. En este sentido, la industria logra que muchos perciban que al menos existe un mundo más allá de la típica lager rubia. Como bien dice Antonio Mastroianni, dueño de la reconocida marca artesanal Barba Roja: "Esto reforzará una nueva cultura de cervezas más complejas y de calidad y variedad". Lo mismo opina Pablo Rodríguez, socio de la marplatense Antares: "Es algo positivo que amplía el espectro de consumidores. Evidentemente, las cervecerías industriales no quieren quedar fuera del segmento de cervezas que más va a crecer en los próximos años".
La única queja surge cuando las cervezas industriales no respetan el estilo que buscan representar. "Mucha gente, cuando habla de stout, dice: «Me gusta/no me gusta porque es dulce». En realidad, la variedad stout casi nunca es dulce, pero las industriales dieron a entender que sí", se lamenta Ramiro Rodríguez, brewmasterde Breoghan.
El nuevo mapa tiene espacio para la industria y para la artesanía. Las grandes marcas lanzan nuevas cervezas, siempre con los límites que implica ser masivas. Así, los estilos que generan son diseñados para gustar a la mayor parte de los consumidores. Esto se traduce en bebidas de alta calidad industrial, niveles bajos o medios de amargo, una buena cuota de dulzor y cuerpo de ligero a medio.
En general, sabores fáciles de entender y apropiar. En cambio, el mundo artesanal es personalista, porque la cerveza no solo se elabora para el consumidor, sino que especialmente busca reproducir el estilo elegido, además de sumar el gusto y el capricho del productor. De este modo, genera productos distintos, únicos: una indian pale ale extra lupulada, una stout seca y amarga, una rubia de trigo intensa y especiada.
Algo está claro: industria y artesanía son dos caras de una misma moneda. Y el crecimiento en cantidad, calidad y diversidad de la cerveza argentina depende de toda la moneda.
Tres marcas industriales para probar
Quilmes 1890
El último lanzamiento de Quilmes eligió como nombre el año de fundación de la icónica cervecería creada por Otto Bemberg, y se presenta como una cerveza intensa y de buen cuerpo. Esta intensidad se nota ya al leer la etiqueta (tiene 5,4 de alcohol contra los 4,9 de la clásica Quilmes Cristal), y luego se verifica en sus aromas y sabores, cuyo protagonista es la malta. Es un muy buen escalón para que los amantes de la marca, que religiosamente eligen la Cristal, amplíen su paladar.
Imperial Scotch Ale
Esta Imperial es la primera ale (es decir, cerveza de fermentación baja) realizada en forma masiva por la industria argentina. Y la representa siendo fiel a su estilo: las scotch ale suelen dar prioridad a la malta y no al lúpulo, con un amargor que no domina, pero se nota. Y la etiqueta de Imperial respeta ambas características, además de un color rojizo intenso, buena espuma y una graduación alcohólica alta (6,5 grados) y equilibrada.
Schneider Fuerte
Siguiendo una receta original escrita en 1945 por Otto Schneider, esta marca presenta como edición limitada su "Reina de las cervezas" (originalmente, se lanzó a fines de 2000, luego fue discontinuada y reapareció el año pasado). Una rubia cobriza, de aroma a malta intenso y un amargor suave. Los 6,2 grados de alcohol dan soporte a su mayor estructura y cuerpo.
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